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Una particularidad que tuvo en el cine el caso del avión secuestrado por terroristas palestinos y europeos en Entebbe, en 1976, es que a fines de esa década brindó varias películas con figuras legendarias de Hollywood.
Victoria en Entebbe, estrenada meses después de los hechos reales, reunió a Anthony Hopkins con Kirk Douglas, Burt Lancaster y Elizabeth Taylor.
El mismo año Raid on Entebbe también recreó esta historia con Charles Bronson, Robert Loggia y Martin Balsam.
Sin embargo, la mejor versión hasta la fecha la brindó Menahem Golan, el creador de la mítica productora Cannon, con Operación Thunderbolt (1977), que presentó la recreación más exacta de la operación de rescate de las fuerzas especiales de Israel.
El propio Golan luego en los ´80 realizó el clásico con Chuck Norris y Lee Marvin, Fuerza Delta, inspirada en este caso, con una propuesta centrada en el entretenimiento.
Por ese motivo, ante tantos antecedentes populares, no termina de quedar en claro cuál fue el interés del director brasileño José Padilha (Tropa de Elite, Robocop) en revisitar el caso de Entebbe con este film que tiene un tratamiento cuestionable de los hechos.
De todas las producciones que trabajaron esta temática, la obra de Padilha es la única que manifiesta una clara simpatía hacia los terroristas.
En esta particular interpretación de la historia se percibe una marcada intención por humanizar a los criminales como si fueran jóvenes idealistas que peleaban por un mundo mejor.
Rosemund Pike y Daniel Brühl interpretan a dos de los terroristas europeos más peligrosos de los años ´70 que no tenían reparos en matar gente inocente para manifestar sus ideas políticas extremas.
De hecho, el secuestro del avión que organizaron tenía la función de exigir la liberación de otros terroristas que estaban presos por cometer crímenes y atentados contra la población civil. Es decir, no eran precisamente hippies pacifistas.
Sin embargo, en la curiosa visión del director la compasión está puesta en los asesinos y por ese motivo el enfoque del conflicto resulta un poco chocante.
Este perfil con el que se aborda la trama sobresale especialmente en el rol de Brühl, quien compone a un criminal con conciencia social, que todo el tiempo busca justificar sus actos.
Luego hacia el final Padilha presenta una pretenciosa y ridícula secuencia de montaje donde el rescate de los rehenes se intercala con una escena de danza contemporánea que no tiene el menor sentido y arruina por completo la tensión de ese momento.
Rescate en Entebbe no deja de ser un ejemplo de revisionismo torpe que no conduce a nada, más que ofrecer un film monótono y olvidable.
A quienes les interesen estos temas les recomiendo buscar la miniserie de Olivier Assayas, Carlos, basada en la historia del criminal Ilich Ramírez, que retrata con mayor madurez y precisión el rol del terrorismo en el caótico mundo político de los años ´70.