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Una voz silenciosa es una película de animación que viene cosechando elogios desde su estreno en Japón el año pasado y su alabanzas no son exageradas.
Se trata de un drama adolescente desarrollado dentro del género Coming-of-age, que aborda temáticas complejas como la depresión, el suicidio y el bullying con una sensibilidad especial.
En lo personal no suele ser amigo de este género que me aburre mucho por la redundancia de los conflictos que propone. Soy partidario que la adolescencia es una temática extremadamente sobrevaluada en el cine y la televisión, donde se tienden a exagerar los cambios y conflictos que se atraviesan en ese período de la vida.
Por ese motivo tengo un gran aprecio por los cineastas que trabajan estos relatos y logran evadir los clichés de los dramas juveniles para brindar una visión diferente de esos temas.
En el caso de esta producción, la directora Naoko Yamada sorprende con un drama que aborda el bullying desde la perspectiva del agresor, una mirada que al menos en el campo de la animación no tenía grandes antecedentes.
Resulta un desafío construir un relato con un protagonista que se comporta como un imbécil y genera rechazo desde el momento en que se lo presenta en la trama.
Sin embargo, la directora Yamada nunca lo juzga y permite que el espectador descubra de a poco sus emociones y el lugar de donde provienen sus conductas agresivas.
Una voz silenciosa expresa que los agresores nunca salen indemnes de sus acciones y eventualmente tienen que enfrentarse con las consecuencias emocionales que generaron sus actos.
El rol del joven Shōya está impecablemente desarrollado y su búsqueda de redención nunca cae en los lugares comunes que suelen tener los dramas juveniles.
Por otra parte, la película tiene otro gran personaje como es Shoko, la chica sorda que resulta una víctima de los maltratos del protagonista por el simple hecho de tener una discapacidad física.
El film explora con mucho realismo temas oscuros a través de una historia sensible que logra ser emotiva por la relación que se gesta entre estos dos personajes.
Si bien el argumento incluye una historia romántica ese no es el foco de Una voz silenciosa, cuyo conflicto se centra más en la redención y el perdón.
Desde los aspectos más técnicos, el trabajo de la directora Yamada presenta una marcada estética de cómic japonés que es la fuente original donde surgió esta propuesta hace unos años.
Por momentos uno tiene la sensación de estar viendo una historieta animada y sobresale especialmente el modo en que trabajaron las expresiones de la chica sorda que son brillantes.
Si habría que objetarle algo a este film pasaría por su duración que supera los 120 minutos sin necesidad. Hacia el tercer acto, la conclusión de la historia se alarga demasiado y desde la edición tal vez se le podría haber dado un cierre más dinámico.
La trama además presenta numerosos personajes secundarios que nunca llegan ser desarrollados y no aportan demasiado a la historia central entre los dos protagonistas.
Salvo por esas debilidades que se pueden percibir en la narración de la directora, Una voz silenciosa es una gran historia que los amantes del género van a apreciar.