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Las adaptaciones de novelas YA (jóvenes adultos) están proliferando en el cine y es por eso que muchos desprevenidos pueden preguntarse: “¿Qué invento es este?” ante premisas tan raras.
Ya hace unos meses el estreno de El espacio entre nosotros presentó una línea argumental muy peculiar mezclada con la ciencia ficción, y si bien ésta es más terrenal no deja de ser atípica.
Una chica vive encerrada en su casa tipo burbuja porque si sale puede morir por una gran enfermedad que padece.
El vínculo que forma con su nuevo vecino hace que comience a romper las reglas de su estilo de vida y ahí es donde comienzan todos los obvios clichés propios del género.
Y no están mal porque son una característica propia de este género, lo que si es un horror es el querer adaptar el libro de la forma más fiel posible a tal punto que hay una secuencia en donde está escrito sobreimpreso el pensamiento de los personajes.
Imagino que esa debe ser una escena importante de la novela pero no por ello se tiene que bastardear el lenguaje cinematográfico. No es lo mismo que cuando se pone en letras grandes conversaciones por Imessage u alguna red social, ese me parece un buen recurso moderno. Pero lo hecho en esta cinta es una atrocidad.
Sacando ese pecado y las obviedades del film, el mismo se deja disfrutar porque quienes gusten de este tipo de propuestas.
Su dupla actoral cumple bastante. Por un lado Amandla Stenberg, a quien el fandom conoció en el papel de Rue en Los Juegos del Hambre (2012), da la cuota dulce, inocente y sensible requerida.
Y por el lado masculino Nick Robinson, quien cuenta con un poco más de trayectoria y look un tanto rebelde si es que se lo puede definir de tal manera, aporta lo canchero para levantar suspiros de adolescentes.
La directora Stella Meghie cumple en su función de directora de estudio y brinda un film correcto sin lugar para una marca distintiva ni sello.
No llega a haber elementos románticos ni coming of age como para destacar así como tampoco un magnetismo en sus protagonistas.
Hay un buen ritmo, pero puede llegar a aburrir a un público más adulto, y justamente ahí es donde Todo, todo hace la diferencia: hacia quiénes está orientada.
Los que consuman este tipo de propuestas con placer encontrarán una película hecha a su medida, los que no pueden aburrirse o directamente pasarla mal.