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El Mjolnir no se mancha.
Hace 20 años se estrenaba en los cines Batman y Robin, la infame película de Joel Schumacher que, como bien definió George Clooney un tiempo después, asesinó al hombre murciélago en la pantalla grande.
Con ideas estúpidas como la bati-tarjeta de crédito, Schumacher erradicó del personaje toda la oscuridad que le había dado Tim Burton en sus trabajos.
La gran curiosidad de esta situación es que dos décadas más tarde esos mismos elementos ridículos que empobrecían el género de superhéroes hoy son celebrados por la mayoría de la prensa y parte del público.
Ya sea porque los tiempos cambiaron o la gente que consume cine se volvió menos exigente, la verdad que genera mucha tristeza ver que Marvel perdió por completo su identidad como estudio de cine para ofrecer filmes con un contenido pobre y banal que no le hace justicia a sus propios personajes.
Resulta lamentable que un gigante de la historieta como Thor en Hollywood termine al servicio de la ridiculez y la parodia.
No puedo olvidarme que alguna vez las aventuras de este personaje fueron estudiadas en las universidades de Estados Unidos por el tratamiento que presentaban de los contenidos mitológicos.
“Las historias de Asgard” de Stan Lee son consideradas una obra maestra en este campo y contribuyeron a enriquecer los cómics de superhéroes.
La excusa que estas películas de la actualidad están hechas para el público general es un argumento que ya no resiste demasiado análisis. Además que subestima a la gente que no lee historietas.
En el último tiempo vimos producciones como Deadpool, Logan y Wonder Woman que también buscaban capturar la atracción del espectador que no es fan de los cómics, pero al mismo tiempo respetaban la esencia pura de estos personajes.
La nueva entrega de Thor, dirigida por el neozelandés Taika Waititi, no es otra cosa que Guardianes de la Galaxia con esteroides.
Como esa fórmula funcionó en la taquilla, Marvel comete el error de imponer el mismo enfoque a todos los personajes, algo que a esta altura termina por cansar debido a que la edad del pavo se extendió demasiado.
Al margen de la falta de creatividad que presenta el director Waititi, al copiar de manera burda el cine de James Gunn (Guardianes), la película desperdicia de un modo criminal el concepto argumental del Ragnarok, el juicio final de los dioses nórdicos.
Por consiguiente, lo que debió ser una aventura épica y dramática, que elevara la trilogía de Thor a otro nivel, terminó convertida en una comedia absurda de los hermanos Farrelly.
En este film en particular si incluían en el reparto a Lloyd y Harry de Tonto y Retonto no hubieran quedado para nada fuera de contexto, ya que este es el cine que hoy ofrece Marvel.
El constante hincapié en los diálogos graciosos y situaciones de comedia física genera que los personajes prácticamente no tengan espacio para desenvolverse en un contexto más serio porque todos los hechos se toman en solfa.
Hay un abuso desmedido de los chistes que da como resultado un retroceso en la madurez que tuvieron las propuestas de superhéroes en la última década.
Al ver Thor: Ragnarok por momentos queda la sensación que nos encontramos frente a una película de 1994.
El relato del director, quien venía de la comedia y no domina en absoluto el género fantástico, carece de suspenso y tensión porque todo se desarrolla a través del humor bobo y forzado. Hasta la pelea de Thor con Hulk es graciosa.
En un momento de la historia hay personajes que mueren y esas escenas no tienen ningún tipo de impacto emocional, ya que enseguida llega el remate chistoso que termina por opacar las situaciones trágicas.
No alcanza con musicalizar las secuencias de acción con canciones de Led Zeppelin si el personaje principal durante la mayor parte de la película es retratado desde la parodia.
Chris Hemsworth en este caso interpreta una sátira de lo que fue su labor en los filmes previos y tanto Thor como el mundo que lo rodea no tienen ningún tipo de desarrollo y seriedad.
El Gran Maestro, personaje que interpreta Jeff Goldblum y representa a uno de los seres más poderosos de este universo de ficción, terminó convertido en un dandy excéntrico de una película de John Waters (Cry Baby).
Cate Blanchett compone una versión Disney de Hela, quien está más cerca de la madrastra de Cenicienta y Maléfica, que la diosa de la muerte de Asgard.
Loki, quien se había destacado como un villano interesante en el pasado, ahora es el compinche buena onda de Thor y el director Waititi le quitó al personaje la oscuridad que la había otorgado Kenneth Branagh en la primera película.
Muy triste ver a Bruce Banner (Mark Rufallo), uno de los personajes más dramáticos y complejos de Marvel, al servicio de los enredos humorísticos.
Los productores incluyeron también a Valkiria, una heroína de los cómics que representa la mitología nórdica, con el único fin de retratarla como una borracha violenta en las escenas de acción.
Obviamente, el personaje además es interpretado por una actriz negra, ya que el ratón Mickey nos tenía que recordar su compromiso con la corrección política.
Si a todo esto, que no es poco, le sumamos que el concepto del Ragnarok fue simplificado como si se tratara de un episodio de Plaza Sésamo, cuesta bastante encontrar “la mejor película de Marvel” que describen en Rotten Tomatoes.
Recién en los últimos 10 minutos el director Waititi tiene piedad del espectador y su relato se vuelve un poquito más serio para centrarse en la acción.
Desde los aspectos visuales el film replica la estética de Guardianes de la Galaxia con un uso pobre de los efectos digitales.
Hay varias escenas donde el CGI parece no haber sido terminado y en otras se nota de un modo evidente que detrás de los actores hay una pantalla verde donde recrearon los paisajes. Un detalle que le otorga una gran artificialidad a la película.
Otro punto donde sobresale la influencia de Guardianes es en la música de Mark Mothersbaugh, quien compuso una banda sonora centrada en el uso de sintetizadores.
La música ochentosa está en más en sintonía con un capítulo de División Miami de Michael Mann que una aventura de Thor, pero a nadie le importa porque lo que vale acá son los supuestos “chistes desopilantes”.
En los aspectos técnicos lo más destacado se encuentra en el excelente diseño de producción a cargo de Dan Hennah y Ray Vincent, colaboradores de Peter Jackson en la trilogía del anillo.
La arquitectura de Asgard y el planeta Sakaar, además del diseño de las naves espaciales estuvieron basadas en el arte de Jack Kirby, el primer ilustrador del cómic de Thor.
El único elemento de esta película que se puede asociar con una obra de Marvel. Después, salvo por la actuación seria de Idris Elba, todo se desarrolla como un largo sketch de Saturday Night Live.
Creo que es importante aclarar bien esta cuestión.
No se trata de erradicar el humor de las historias de superhéroes, sino de buscar un mayor equilibrio en los argumentos para que el género no se distorsione tanto.
De hecho, era algo que esta compañía solía manejar muy bien cuando empezaron a construir el universo cinematográfico con Iron Man en el 2008.
Hoy lamentablemente no paran de realizar películas livianas e infantiles que desperdician el potencial que tienen estas propuestas.
Si disfrutaste mucho Guardianes 2 y la remake de Cazafantasmas no vas a coincidir en absoluto con esta reseña y está perfecto. A disfrutar con las locuras de Thor en el espacio que pueden ser desopilantes. En mi caso la padecí terriblemente y me costó encontrarle gracia al humor que plantea.
Esperemos que el Ojo de Agamotto ilumine el año que viene a los hermanos Russo en la próxima entrega de los Vengadores y al director Ryan Coogler (Creed), en Pantera Negra, para que puedan restaurar en Marvel la dignidad perdida con un mínimo gesto de madurez.