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El nombre de Hugh Glass se destaca entre las grandes figuras del folclore norteamericano junto a David Crockett, Jesse James y Buffalo Bill.
Un aventurero del siglo 19 que fue pirata, guerrero honorario de la tribu de los indios Pawnee, explorador y cazador.
Glass se hizo famoso en 1823 luego de sobrevivir el brutal ataque de una osa grizzly. Con su cuerpo mutilado, heridas infectadas y una pierna rota, el cazador recorrió solo una distancia de 320 kilómetros hasta que pudo conseguir ayuda en el Fuerte Kiowa, en Misuri.
Durante la travesía vivió todo tipo de situaciones extremas, como permitir que los gusanos comieran la carne muerta de sus heridas para evitar la gangrena, y su hazaña lo terminó por convertir en una leyenda del Oeste de los Estados Unidos.
Esta historia ya había sido trabajada previamente en el cine en el clásico de John Huston, Man in the Wilderness (1971), con Richard Harris en el rol principal.
Al igual que ese film, el nuevo trabajo del director Alejandro González Iñárritu presenta una historia de ficción inspirada por la vida de Hugh Glass.
En este caso abordaron la aventura más famosa de este cazador a través de un cuento clásico de venganza con villanos sádicos incluidos.
Con esta película me pasó algo muy particular.
No es una propuesta que me enamoró y probablemente no vuelva a verla otra vez, pero me pareció extraordinario el trabajo de dirección de Iñárritu y por eso recomiendo disfrutarla en el cine.
El cineasta mexicano logró en su narración que el espectador acompañe literalmente al protagonista en la odisea que le toca vivir.
Durante el transcurso de la trama podés sentir las condiciones climáticas que atraviesa Glass; la nieve y el agua congelada, el acecho de los animales salvajes, los sanguinarios enemigos, tal cual como si estuvieras ahí con el protagonista.
Iñárritu te sumerge en la aventura por completo y como espectador te ves transportado a ese mundo brutal en el que se desenvuelve el personaje principal, donde un arco y una flecha pueden ser armas aterradoras.
Esta es una de las grandes virtudes de esta producción junto con la extraordinaria fotografía de Emmanuel Lubezki, quien previamente había colaborado con el director en Birdman.
En El renacido trabajaron la estética del film con un tratamiento anti-Hollywood al filmar la historia con luz natural en las locaciones escogidas.
Uno de esos delirios de Iñárritu que probablemente le sería negado a otro director por los directivos de los grandes estudios, ya que esta elección artística genera un gasto enorme de tiempo y dinero.
La película tiene numerosos momentos intensos y algunas escenas que no son aptas para estómagos sensibles. Muy especialmente la escalofriante secuencia que recrea el famoso ataque de la osa.
Sin embargo, la violencia extrema que presenta El renacido está justificada dentro de un contexto histórico.
El período que trabaja el film era brutal y salvaje tal cual se muestra en esta historia, donde la vida humana valía muy poco.
Queda claro que el director apostó por trabajar la acción con un enfoque más realista en lugar de construir el relato con momentos hollywoodenses
La trama consigue ser atractiva cuando se enfoca en la aventura, pero el ego de Iñárritu siempre es más fuerte y no pudo evitar agregarle al film algunas secuencias surrealistas donde abundan los simbolismos para hacer más "artística" la película.
Dentro del reparto, Leonardo DiCaprio lleva adelante con mucha dignidad un personaje que le demandó un enorme desgaste físico, pero creo que el actor brindó interpretaciones más jugadas en el pasado que no fueron valoradas como se merecían. Su trabajo en J.Edgar, de Clint Eastwood, es un claro ejemplo de esta cuestión.
Tom Hardy en realidad es la gran figura de este film y se destaca con un personaje que parece un antepasado del soldado Barnes de Pelotón, interpretado por Tom Berenger. En varios momentos de la historia llega a lucirse más que DiCaprio y está muy bien en el rol de villano.
El punto débil de El renacido pasa por su extensa duración de 157 minutos que se sienten en la butaca, especialmente hacia el tercer acto.
Para la clase de historia que presentaba el conflicto no era necesario que la película fuera tan larga y con 40 minutos menos el relato podría haber sido más redondo.
Más allá de esta objeción personal celebro que el director Iñárritu siga explorando géneros diversos en su filmografía y su nuevo trabajo merece su visión en el cine