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El fiasco que presenta esta producción se puede resumir de un modo muy sencillo.
Titanes del Pacífico, estrenada en el 2013, fue la obra de autor de un artesano del cine que no tuvo reparos en expresar su amor por el subgénero mecha del animé y las películas japonesas de monstruos gigantes.
Por el contrario, la continuación no es otra cosa que el producto chapucero y desapasionado de un grupo de ejecutivos de marketing del estudio Universal (que ahora distribuye esta propuesta en lugar de Warner), que busca impulsar una nueva franquicia estilo Transformers.
Con un concepto muy simple, el film original de Guillermo del Toro elaboró una historia entretenida que estaba muy influenciada por los clásicos de la animación japonesa.
Si tenías una conexión con esa temática disfrutabas la película con más intensidad que el resto de los espectadores. No fue casualidad en ese sentido que a nivel comercial Titanes del Pacífico funcionara mejor en los países asiáticos que en Estados Unidos.
Lamentablemente la nueva entrega es una producción que no consigue transmitir la misma experiencia.
En principio esa impronta de animé que se destacaba con fuerza en el trabajo del realizador mexicano acá se perdió por completo y el resultado es un refrito hollywoodense de lo que fue el film original.
Para ponerlo en otros términos, esta producción tiene una visión muy norteamericana del concepto del mecha japonés.
En los aspectos visuales el nivel de las secuencias de acción y el tratamiento de los elementos fantásticos es muy ordinario y parece una película barata que se hizo a las apuradas.
Todo se ve muy artificial y ni siquiera desde la estética el film consigue tener una identidad propia.
Las secuencias con los robots después de un tiempo resultan redundantes y el diseño de los monstruos es bastante pobre y carece de esa variedad de detalles que presentaban las criaturas de Guillermo del Toro.
De todos modos tampoco importa porque tienen un rol muy limitado, ya que gran parte del conflicto se pierde en una tediosa conspiración militar, que gesta un villano acartonado que encima hace chistes y pretende ser gracioso.
Por una cuestión de spoilers no me puedo expandir en esta cuestión pero me pareció patético lo que hicieron con ese personaje.
Dentro del reparto John Boyega (Star Wars) con su carisma rema completamente solo la trama y en más de una oportunidad levanta la película cuando se estanca en el aburrimiento. Su labor y la secuencia de acción final en el monte Fuji es lo único rescatable de este film.
Entre las nuevas figuras, la debutante Cailee Spaeny encarna al típico personaje adolescente de Transformers que con 15 años construye y maneja robots como si fuera algo natural. Si bien su rol no tiene mucho sentido al menos entabla una buena dupla con Boyega hasta que los genios de los guionistas los separan durante la mayor parte de la trama.
A la chica luego la insertan en un comando teen de soldados, cuyos miembros parecen salidos de una película de Disney Channel y obviamente no tienen ningún tipo de desarrollo.
El resto de los actores están pintados. Scott Eastwood, quien no es un muchacho muy expresivo, no aporta nada y Adria Arjona (hija del cantante Ricardo Arjona) es retratada como un objeto de decoración.
La dirección corrió por cuenta de Steve DeKnight, responsable de la serie Daredevil de Netflix, pero su inclusión en los créditos es más que nada una formalidad ya que se nota que tuvo las manos atadas en este proyecto.
Reitero, esta es una película que fue manejada por ejecutivos de marketing que incluyeron las fórmulas comerciales que ellos entienden les puede dar mejores réditos económicos.
No importa si no hay un concepto artístico detrás del film o la trama se desarrolla a las apuradas, sin darle respiro al espectador para que conozca los nuevos personajes.
Mientras haya gente que pague la entrada de cine para ver un collage de efectos especiales el resto es intrascendente.
A modo de consuelo por lo menos puedo afirmar que es más llevadera que Transformers 5.
En resumen, una decepción que tampoco es una sorpresa ya que los trailers promocionales no auguraban un gran espectáculo.