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Después de ver la nueva película de David Fincher uno comprende por qué el creador de Facebook, Mark Zuckerberg donó 100 millones de dólares hace unas semanas al sistema educativo de New Jersey y no paró de desfilar por todos los programas de televisión en Estados Unidos tratando de limpiar un poco su imagen.
Debe ser fuerte que se haga un film sobre vos y que te retraten de la manera en que lo hizo el director.
Red Social no se refiere tanto al boom de Facebook y al fenómeno de las redes sociales, sino a lo que ocurrió con las personas que concibieron este proyecto.
Lo interesante de este estreno es que con una maestría de narración absoluta Fincher hizo atrapante y dinámica una historia que en manos de otros cineastas tal vez hubiera resultado un bodrio.
No hay mucha emoción que digamos en contar la historia de una página web, sobre todo cuando tampoco se trata la repercusión social que tuvo en el mundo y acá le encontraron la vuelta.
Era una película difícil porque el guión no presenta un solo personaje con el que el público pueda empatizar, ya que todo el conflicto se desarrolla entre garcas narcisistas, donde uno es peor que el otro.
El único que zafa dentro de todo y queda mejor parado es Eduardo Saverin, el co-creador de Facebook (interpretado por Andrew Garfield), que lo bancó a Zuckerberg desde el inicio y después lo terminaron acostando de una manera sucia.
El retrato que hace Fincher de Zuckerberg es sorpresivamente duro donde lo presenta como un ser arrogante, frío y calculador que traiciona a los pocos amigos que tenía y apenas puede mantener una relación social decente.
Su proyecto no nació, de acuerdo al film, con el objetivo de revolucionar las comunicaciones y conectar al mundo, sino por un patético intento desesperado de un estudiante de ser aceptado entre la elite de Harvard.
Lo mismo ocurre con el personaje de Sean Parker (Justin Timberlake), creador de Napster, que es presentado como el Gordon Gekko de internet, que además es un drogadicto paranoico al que nadie en su sano juicio le compraría un auto usado.
La verdad que Fincher y el guionista Aaron Sorkin les salieron con los tapones de punta a los jóvenes empresarios.
La película apunta a expresar básicamente que sin integridad y amigos de verdad, no los contactos sociales que en Facebook se definen como amigos, los billones de dólares al final te los metés en el traste.
Hay cosas que en la vida sencillamente que no se pueden comprar. En ese aspecto, la última escena es genial y no deja de ser una historia triste para el personaje principal.
Es como que la película los bajó a estos tipos de ese pedestal virtual al que muchos periodistas, especialmente los especialistas en internet y tecnología, intentaron ubicarlos en los últimos años simplemente porque se hicieron millonarios.
Lo cierto es que Justin Timberlake vuelve a demostrar que es mejor actor que cantante con una gran interpretación, junto con Andrew Garfield, quien también tiene muy buenos momentos. Ellos dos son los que más se destacan en el reparto.
Por otra parte Jesse Eisenberg, el protagonista, una vez más vuelve a trabajar con el único personaje que sabe hacer en el cine.
Prácticamente no hay muchas diferencias entre sus labores anteriores y el nerd exitoso al que le da vida en Red Social. Es el mismo personaje de siempre pero desarrollado en un contexto diferente. En su último trabajo (Zombieland) combatía con zombies y ahora es un estudiante universitario.
En fin, otro gran trabajo de David Fincher que presenta un film interesante y entretenido sobre estos billonarios accidentales del siglo 21 obsesionados por el estatus social que tienden a creerse estrellas de rock.